Como fisioterapeuta, una de las herramientas que más ha transformado mi abordaje terapéutico en los últimos años es la estimulación eléctrica funcional, mejor conocida como FES (Functional Electrical Stimulation). Aunque su uso no es nuevo, su integración dentro de programas de rehabilitación neuromuscular ha cobrado un nuevo impulso gracias a los avances en la tecnología y a la mejor comprensión de su impacto funcional. En este blog quiero compartir mi experiencia y destacar especialmente su aplicación en la mejora de la marcha, un objetivo prioritario en muchos de nuestros pacientes neurológicos.
¿Cómo funcionan las corrientes FES?
La FES consiste en la aplicación de impulsos eléctricos controlados sobre nervios o grupos musculares con el fin de provocar contracciones que simulan movimientos funcionales. A diferencia de la electroestimulación convencional usada para mantener el trofismo o reducir el dolor, la FES busca generar un movimiento con propósito: caminar, pararse, alcanzar un objeto. Es decir, estimula la función.

En la practica clínica…
En mi práctica diaria, he visto cambios significativos en pacientes con secuelas de accidente cerebrovascular (ACV), lesiones medulares incompletas, esclerosis múltiple e incluso en aquellos con parálisis cerebral. Uno de los beneficios más destacados es su capacidad para mejorar la marcha, especialmente en casos de debilidad del tibial anterior, lo que conocemos como “pie caído”. El uso de FES durante la fase de balanceo permite activar este músculo en el momento preciso, facilitando la dorsiflexión y evitando el arrastre del pie. Esta intervención no solo mejora la biomecánica de la marcha, sino que también reduce el riesgo de caídas y aumenta la seguridad al caminar.
Además, el uso repetido de FES en contextos funcionales (como la marcha asistida) puede inducir cambios neuroplásticos. Es decir, estamos facilitando que el sistema nervioso central reorganice sus conexiones y aprenda nuevamente a generar movimientos de forma más autónoma. Esto es especialmente útil en pacientes con daño neurológico donde el objetivo no solo es compensar, sino promover la recuperación activa.

¿Como incorporarla en mi sesión de rehabilitación?
Un aspecto clave en el éxito de la FES es su integración con otras estrategias terapéuticas. No se trata de colocar electrodos y esperar resultados milagrosos, sino de incorporarla como parte de un programa de entrenamiento funcional: caminatas asistidas, trabajo en cinta, actividades de equilibrio y control postural. La combinación potencia los efectos y favorece una mejor transferencia a la vida diaria.
Claro, como toda herramienta, tiene sus limitaciones. No todos los pacientes son candidatos; debemos evaluar la integridad del nervio periférico, el estado cognitivo para comprender el proceso, y la tolerancia a la estimulación. Además, requiere una adecuada parametrización: frecuencia, intensidad, tiempo de subida y caída, sincronización con el ciclo de marcha. Por ello, es indispensable que como profesionales nos capacitemos adecuadamente y sepamos ajustar cada protocolo a las necesidades individuales.
FES ha dejado de ser un recurso experimental para convertirse en una herramienta valiosa en la rehabilitación contemporánea. En el contexto de la marcha, puede marcar una diferencia significativa en la independencia funcional de nuestros pacientes. Como fisioterapeutas, tenemos la responsabilidad de explorar, aplicar y seguir investigando estas tecnologías que, bien empleadas, pueden devolver movilidad, confianza y calidad de vida.
¿Han tenido experiencias con FES en sus prácticas? Me encantaría leer sus opiniones y casos clínicos. La rehabilitación se fortalece cuando compartimos conocimiento.