Durante años, el ultrasonido terapéutico fue protagonista en la fisioterapia. Sin embargo, en la última década ha sido desplazado por agentes más modernos o directamente eliminados de la práctica clínica. En redes sociales, se le ha calificado de “placebo”, “pasivo” o “tecnología obsoleta”.
¿Realmente no sirve? ¿Qué dice la evidencia más reciente? ¿Lo dejamos de usar porque no funciona… o porque nunca aprendimos a usarlo bien?
¿Qué es el ultrasonido terapéutico y cuál es su base fisiológica?
El ultrasonido terapéutico consiste en la aplicación de ondas acústicas de alta frecuencia (1-3 MHz) sobre los tejidos, generando efectos térmicos (aumento de temperatura) y no térmicos (cavitación estable, aumento de permeabilidad celular, micromasajes intracelulares).
Las bases fisiológicas son claras:
- Aumenta la síntesis de colágeno (Leung et al., 2004).
- Favorece la angiogénesis (Young & Dyson, 1990).
- Mejora la proliferación celular en fases tempranas de reparación (Ng et al., 2003).
A pesar de esto, su efectividad clínica ha sido duramente cuestionada. La gran pregunta es: ¿por qué?
La controversia: ¿falta de evidencia o mal uso clínico?
El debate gira en torno a la traducción de estos efectos fisiológicos en mejoras clínicas perceptibles.
Evidencia a favor:
- Robertson et al. (2001): los estudios que utilizan parámetros correctos y poblaciones bien seleccionadas muestran eficacia en tendinopatías, esguinces, y cicatrización.
- Fu et al. (2010): en modelos animales, el ultrasonido mejora significativamente la curación tendinosa.
- Rompe et al. (2001): el ultrasonido, al compararse con placebo en epicondilitis lateral, mostró beneficio moderado cuando se aplicó adecuadamente.
Evidencia en contra o ambigua:
- van der Windt et al. (2001): en su revisión sistemática, muchos estudios clínicos no encontraron diferencia significativa frente a placebo. Sin embargo, también destacan la variabilidad metodológica y la mala dosificación en muchos ensayos.
- Page et al. (2016): concluyen que el US no mejora significativamente el dolor en dolor de hombro inespecífico. ¿Pero se consideraron diagnósticos específicos como tendinopatía de supraespinoso o calcificaciones?
Lo que muchos omiten:
- El problema no es el ultrasonido, sino el uso erróneo de parámetros:
- Intensidades muy bajas.
- Aplicaciones cortas (<5 min).
- Falta de control de área tratada (debería ser 2–3 veces el tamaño del cabezal).
- Uso sin acompañamiento de ejercicio terapéutico.
Y mientras tanto, Otros agentes pasivos como la láserterapia de alta intensidad o ondas de choque han ganado protagonismo, pero también enfrentan cuestionamientos similares. ¿La diferencia? Se han integrado con criterio clínico y dosis más personalizadas.
¿Debemos eliminarlo o reformular su uso?
Eliminar una herramienta sin entenderla del todo puede ser un error clínico. El ultrasonido no es una “cura mágica”, pero tampoco es una técnica muerta. Las guías recientes recomiendan su uso en:
- Tendinopatías crónicas (con fines de regeneración).
- Cicatrices adheridas o fibrosis capsular.
- Edemas localizados postraumáticos.
- Lesiones musculares agudas en fase inflamatoria inicial (modo pulsado).
- El punto clave es integrarlo dentro de un modelo activo, criteriado, con objetivos claros y parámetros medidos.
¿Realmente conoces cómo dosificar el ultrasonido en cada fase de la lesión? ¿Cuándo fue la última vez que lo aplicaste con base en evidencia?
Te invito a revisar tus protocolos y decidir si este agente debe volver, no como protagonista pasivo, sino como un coadyuvante en la recuperación funcional.
Déjame tus opiniones: ¿Lo sigues usando? ¿Lo dejaste por moda o por fundamentos?